jueves, 28 de octubre de 2010

Mártires del 27 de octubre de 1917, en Huixtac

En la edición del 28 de octubre de 2010, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:
.
Familiares y amigos llevan flores y ofrendas a las tumbas de los ciudadanos que se enfrentaron a los pronunciados del general Castrejón
Recuerdan a los 27 caídos en Huixtac
Corresponsalía
.
Taxco, 27 de octubre.
Apenas el silencio se apropió del pueblo de Huixtac, cuando las campanas del templo de la Asunción doblaron anunciando la caída de los mártires del 27 de octubre de 1917, mientras que los familiares cercanos de los deudos rodearon de flores, veladoras y recuerdos las tumbas, donde fueron sepultados en aquel año, cuando murieron en defensa de la comunidad a manos de los llamados pronunciados al mando del entonces general Adrián Castrejón en la etapa del zapatismo y la Revolución mexicana.
Desde las 7 de la mañana, las familias hacen los preparativos en sus hogares para esta conmemoración luctuosa que forma parte de una de las fechas más importantes para la comunidad.
Aquel día 27 hombres de la población decidieron salir, defender su territorio y evitar la toma de la comunidad, sacrificando sus vidas, durante el combate que hicieron contra las tropas zapatistas apoyadas por general Adrián Castrejón.
Llegadas las 9 de la mañana, los infantes, especialmente la secundaria técnica Mártires del 27 de Octubre, con uniforme de gala, prepararon los últimos movimientos y sonidos de la banda de guerra, mientras los hombres adultos, se arribaron hasta la calle principal, para realizar el desfile.
Las cerca de 10 tumbas que se localizan a un costado del templo, se fueron cubriendo de flores multicolores y veladoras por sus familiares, que algunos con la nostalgia y otros con el rostro desencajado por la edad, recordaron a sus difuntos, mientras el pueblo iba tomando un silencio especial, fúnebre.
Son las 11 de la mañana y la marcha representada por las autoridades comisariales se vio lenta, silente y apenas los pasos de las decenas de hombres y mujeres se escucharon, cuando el tambor de la banda de guerra rompió el mutismo, que se conjugó con una banda de viento integrada por adultos mayores, que tocaron piezas prácticamente de un funeral.
A paso lento y con el sol que carcome los brazos y el rostro, los habitantes caminaron con coronas de flores rindiendo un tributo a sus caídos hasta llegar al atrio de la iglesia, donde se concentra la muchedumbre y los familiares de los deudos, justo frente a un monumento erigido en su honor, que lleva grabados los nombres de los 27 caídos en 1917, que defendieron la libertad de Huixtac.
Más tarde, las campanas dieron repiques o dobles fúnebres, en señal de luto mientras se realizó un acto para la conmemoración del 93 aniversario luctuoso del fallecimiento de sus héroes.
Luego de que se depositaron las ofrendas florales, el octogenario Elidio Vital Ciriaco, con voz entrecortada y con una dificultad para caminar, se quitó el sombrero, tomó el micrófono y comenzó a narrar la historia que vivió cuando él tenía apenas 10 años, en medio de la incredulidad y el desprecio de algunos alumnos de las diferentes instituciones, que participaron en el acto.
Mientras que las personas adultas, escucharon atentas lo que ocurrió, “el 27 de octubre de 1917, cuando 27 hombres sin el conocimiento de las armas y acciones militares, lucharon contra el grupo los llamados pronunciados, comandado por el general Adrián Castrejón para evitar que el pueblo fuera tomado por las tropas zapatistas, lo que generó que las comunidades aledañas se incorporaran a la lucha, para vencer al enemigo”, dijo Vital Ciriaco.
Por su parte, Félix Cruz, de 79 años y nieto de Abundio y Maximiliano de los mismos apellidos, dijo que año con año acude hasta donde se localiza la tumba de sus parientes para recordar lo ocurrido en esta fecha.
.
Consultado en:

lunes, 25 de octubre de 2010

Sorpresiva fiesta infantil en Chilpancingo

En la edición del 25 de octubre de 2010, DIARIO DE GUERRERO publicó la siguiente nota:
.
Sorpresiva fiesta infantil en la plaza cívica que en apariencia no tuvo motivo alguno
.
Una peculiar fiesta infantil se realizó la mañana de ayer en el kiosco del zócalo de esta capital, donde un grupo de personas repartió pastel a decenas de niños, jóvenes y adultos que al pasar por ahí se quedaron a la festividad, también repartieron jugos envasados, aguinaldos, organizaron juegos, rompieron piñatas y repartieron juguetes. Todo sin ningún motivo aparente.
La fiesta inició a las once de la mañana y por más de tres horas los organizadores repartieron pastel de tres leches y jugos e interactuaron con los asistentes para divertirse.
Al ser cuestionados sobre el motivo de la celebración los organizadores dijeron que no festejaban nada en particular ni trataban de lograr nada, “solamente queríamos hacer una fiesta”.
Se les cuestionó si pertenecen a alguna asociación o agrupación, pero la respuesta fue tajante, “lo único que les puedo decir es que no somos ni de ninguna asociación altruista, ni partido, ni nada, simplemente nos juntamos con unos amigos y quisimos venir a hacer una fiesta”.
La guapa jovencita que repartía el pastel añadió, “¿ustedes vieron la película de ‘Alicia en el País de las Maravillas’?, pues haga de cuenta que igual que ellos festejamos un no cumpleaños”, mientras eso pasaba, otra joven se acercó a los reporteros y les ofreció un plato con pastel, que ellos trataron de rechazar con la petición de que mejor se repartiera entre los niños, lo cual también tuvo respuesta por parte de los organizadores: “no se preocupe, es para todos, trajimos suficiente y si hace falta traeremos más” indicó.
Luego también se le trató de cuestionar el por qué de tanta generosidad para con los niños: “es por el puro gusto de hacer una fiesta, es todo lo que les puedo decir”.
Cabe señalar que afuera de la catedral se instalaron algunas carpas en las que se realizaban juegos y diversas actividades religiosas, como parte del Día Internacional de las Misiones, y muchos de los niños y adultos que fueron partícipes de la fiesta en el kiosco creyeron que también se trataba de una actividad de la iglesia, sin embargo otros dijeron desconocer lo que festejaban “no sabemos que festejan pero la verdad el pastel está buenísimo y ya me salvaron de tener que llevar a mis hijos al McDonalds que para allá íbamos” indicó un padre de familia que paseaba con dos hijos.
Alrededor de las dos de la tarde cuando todo se había terminado, los organizadores sin decir nada ni promover nada se retiraron del lugar. (Abel Miranda Ayala)
.
Consultado en:

sábado, 25 de septiembre de 2010

Indigenas de Taxco en la época de la independencia

En la edición del 25 de septiembre de 2010, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:
.
Indígenas de Taxco en la Independencia
Sergio Lugo
.
En este atrio que veis ahí se juntaron Iturbide y León Leal y convinieron con Gómez y otros líderes que asistieron a oir, leer el nuevo plan que concertaron. Y en Acatempan allí se unieron dos héroes que nos dieron libertad en la patria que salvaron”, 27 de septiembre de 1842, el autor Pbro. Manuel Eleuterio Gómez.
“En los primeros días del mes de enero de 1821 estuvo alojado en este convento el coronel Don Agustín de Iturbide quien en unión del guardián Fray Agustín León Leal y otros patriotas concertaron las prelimanres de la entrevista con el ínclito generalísimo Don Vicente Guerrero que dio por resultado los tratados y el histórico Abrazo de Acatempan”, 27 de septiembre de 1921.
Lo anterior está incluido en una placa colocada afuera del ex convento de San Bernardino de Siena de Taxco, lugar donde el 16 de septiembre pasado se presentó el libro Guerra de Independencia en Taxco: Movimiento armado y cívico electoral (1810-1821) del autor Juan José Acevedo Pliego, profesor de la prepa 4 de la U.A.G.
La información está basada en el archivo histórico de Taxco y en el Sistema estatal de archivos de Guerrero, así como libros de la historia de México y la tradición oral. Juan José Acevedo menciona que los empresarios mineros y el clero de todo el centro de Taxco se unieron a la causa realista, la mayoría de ellos eran españoles.
Sólo en los pueblos aledaños vivían los indígenas, negros, campesinos y algunos hacendados inconformes con los españoles, incluso asegura que un peón de la hacienda de Tepetlapa, Francisco Hernández se levantó en armas el 18 de septiembre de 1810, en Tepecuacuilco lo hizo Luis Pinzón y luego el indígena Trujano.
Resalta la presencia de la indígena náhuatl María Manuel Pineda, nacida en Taxco a finales del siglo XVlll, quien se levantó en armas a favor de Hidalgo y Morelos. Fue nombrada “Capitana” por la Junta de Zitácuaro en 1813.
María Pineda llegó a reunir 500 indígenas nahuas-chontales. Según León Portilla, ella le dijo a Morelos cerca de Acapulco: “Señor general, aquí tengo yo 500 hombres y a mí me dicen la Capitana, a sus órdenes, deme usted su mano” y prosiguió: “Ahora sí ya me puedo morir tranquilo porque ya estreché su mano”.
En la actualidad la situación política en Taxco se similar a la de 1810, la gente de la ciudad es conservadora y católica, proclive al PAN. La de los pueblos es morena y más progresista.
Otro personaje histórico que se menciona es Pedro Ascencio de Alquisiras, un guerrillero que luchó al lado de Vicente Guerrero contra los españoles y realistas.
El insurgente derrotó al ejército de Iturbide varias ocasiones. No se sabe dónde nació, unos dicen que es originario de Tlatlaya, estado de México.
En cambio la gente del pueblo de Acuitlapan, municipio de Taxco, asegura que nació ahí. El actual comisario del pueblo me comentó que la señora Perpetua de Alquisiras quien vive ahí guarda la espada del insurgente. Además me mostró un retrato de Ascencio que se encuentra en la comisaría y fue donado por Moisés Ochoa en 1967 (el retrato es la portada del libro citado).
Acevedo considera que Ascencio fue un indígena auténtico, su lengua materna al parecer fue la matlazinca (tlatlaya) y dominaba varias lenguas como mazahua, tlahuica y otomí. Ascencio fue testigo del Abrazo de Acatempan, que según el autor fue el 14 de marzo de 1821, pues él comandaba las tropas de Guerrero. La tradición dice que Ascencio estuvo al mando de los famosos “diablos de Teloloapan” que con sus máscaras y látigos combatieron a los realistas.
Ascencio nunca confió en Iturbide y lo combatió cuando fue emperador. Lo asesinó Gabriel Yelmo. En 1890 se estableció el municipio de Pedro Ascencio, antes llamado Ixcapuzalco en Guerrero.
La leyenda cuenta que otro indígena llamado Agustín Lorenzo nacido en el pueblo náhuatl de Tlamacazapa, municipio de Taxco (donde los indígenas aseguran que el pueblo significa “gente de miedo”) pues ellos llegaron ahí huyendo de los españoles asesinos. Lorenzo se dedicó a robarles el dinero a los ricos para dárselo a los pobres.
Lorenzo hizo pacto con el diablo, y que tenía el poder del “nahual”: convertirse en animal. Varias cuevas de Guerrero y otros lugares llevan su nombre, que ahí tiene su tesoro. Yo conozco en Tlamacazapa la cueva del Tecolote, que se dice ahí vive.
Acevedo es conocido como El Hochi, ex militante del PCM, es maestro en urbanismo por la UNAM.
.
Consulta en:


domingo, 5 de septiembre de 2010

Una aproximación histórica

Cuatro años y medio
Gustavo Martínez Castellanos
.
Algunas preguntas que amigos míos me han enviado me han obligado a ingresar a ámbitos de reflexión que no quería tocar, al menos mientras no termino el trabajo de investigación que estoy realizando. Algunas respuestas a esas preguntas van en este envío.
La mayor parte de los problemas de nuestro estado –he propuesto- se debe a nuestra falta de identidad. El guerrerense no se ha hecho la pregunta correspondiente en tanto ha obtenido una serie de placebos culturales que han paliado profundamente su ineludible duda ontológica. Las leyendas –sobre todo- del suriano temerario y matón terminaron por ennegrecer su imagen y su futuro. Esa condena histórica pudo haber sido conjurada al ingreso de la modernidad después de 1927 cuando se abrió la carretera México – Acapulco; pero por ella sólo ingresaron turistas y “cachorros de la revolución” acompañados de inversionistas rapaces que venían a disfrutar del festín de este pedazo de patria intocado por el desarrollo. Como con el incendio del teatro Flores, esa expresión de la modernidad también fue funesta para Guerrero. De hecho cada vez que la modernidad llega a nuestro estado se disparan sus índices de atraso. Lo hemos vivido desde la consumación de independencia. El general Guerrero fue desplazado de todos los puestos que debió haber ostentado como el patricio que era, porque era un patriota, no un político y lo nuevo era hacer política. Sus compañeros de armas, Nicolás Bravo y Juan Álvarez, descollaron en la palestra nacional hasta la segunda mitad del siglo porque ambos, aunque no eran ilustrados, en algún momento de sus vidas estuvieron en contacto con algún centro educativo. Guerrero, no. La biografía de Guerrero abunda en tantas elipsis que no se sabe con certeza si había sido expósito; o arriero, o comerciante o campesino. Tantos velos en su historia se concretizan con el monumento que se ha levantado en la casa donde nació en Tixtla: un gran terreno vacío. La de Álvarez reporta estudios elementales en el Distrito Federal y un tutor que lo había despojado de las propiedades que le dejó su padre; aparte, lo explotaba como a un peón. La de Bravo lo ubica como el pequeño hijo de don Leonardo y más tarde como un guerrero consumado. Se puede decir que el paso de José María Morelos terminó por definirlos; o por perfilarlos, pero no por descubrirlos. Al contrario, los envolvió en la leyenda encubriéndolos más. Desde el supuesto abrazo de Acatempan Guerrero da muestras de dar fin a esa guerra que no era del todo suya: a pesar de que su “padre” tenía un puesto en la administración pública él no lo hubiera heredado: la ubicuidad de su origen se lo impedía. Con Álvarez y Bravo las cosas fueron distintas. Ellos pertenecían a familias que poseían tierras y peones. De Bravo se dice que la hacienda de Chichihualco era su heredad y que desde niño lo llevaban a allá para que aprendiera a administrarla. Sus tíos y su padre pertenecían a las milicias. Él abandona esa tarea y se suma a la lucha por la independencia que abrazó su familia. Álvarez pasa por el mismo proceso pero a la inversa: él recupera lo suyo al unirse al movimiento. A ellos dos el momento de la consumación los encuentra con propiedades, reputación de libertadores e insertos en el proceso de reconstrucción nacional. Guerrero, en cambio, tuvo que pedir la creación de la intendencia del sur que iba desde la república de Tecpan formada por Morelos hasta el Balsas en el norte; y desde la Tierra Caliente hasta Oaxaca. Ante los cambios vertiginosos en ese segundo cuarto del siglo XIX, la patria que soñó en su proclama áurea no pudo ser. Irónicamente, será fusilado relativamente cerca de sus fronteras. El proyecto, en cambio, sobrevivió; y será concretizado después por Bravo y por Álvarez. El nacimiento de nuestro estado, empero, fue el resultado de una larga disputa entre ambos. Y del producto del choque de sus visiones; ambas distintas e irreconciliables y cuyas secuelas aún padecemos: la del cacique costeño contra la del masón del valle. La pugna fue evolucionando en el tiempo y el espacio: mientras Álvarez se atrincheraba en sus tierras; Bravo sustituyó tres veces a Santa Ana para que la visión conservadora de su logia (la escocesa) pudiera prosperar. Los yorkinos no lo permitieron. Y Bravo nunca pudo ser presidente electo de México. La historia lo escindiría de mucho más: ni siquiera figura como constructor del partido conservador sólo se menciona a Alamán. Mientras Bravo pujaba en la política nacional Álvarez crecía en su territorio e imponía en él su visión: el paternalismo a ultranza que hacía que sus paisanos lo vieran como a un ser providencial. Esa característica, sin embargo, fue aprovechada por los liberales: a la “república” de “la pantera del sur” nadie se atrevía a ingresar; ni Santa Ana. De ese territorio saldrían hombres y recursos para su expulsión, para las guerras de Reforma y contra la intervención francesa. Sin embargo, en ese reino impenetrable defendido con hombres demencialmente fieles al Patrón no había escuelas, ni industria ni comercio exterior. Bravo, debilitado por el ejercicio intermitente de un poder que sólo se le entregaba a pedazos (y en momentos de desesperación) fue declinando su lugar de hombre fuerte de la región. Se retirará descreído del poder y de la política después de rechazar otra invitación a sustituir a alguien. Morirá en su casa de Chilpancingo junto con su mujer. La leyenda asume que fue envenenado. Sin embargo, su pugna con Álvarez sobrevivió a su muerte pues el viejo general ungirá a su hijo, heredero del estado. Muchos “hombres fuertes” que también deseaban gobernarlo cubrirán con sus biografías y maniobras esa parte de la historia de la “política” guerrerense en la que dominarían las “tres erres”: “destierro, encierro o entierro”. Esa historia empezó a escribirse desde la elaboración del Plan de Iguala, continuó con la Constitución de 1824 y se agudizó con la erección del estado. Establecida la hegemonía de los Álvarez –y asentada su visión, en la que no había ni siquiera oposición por parte de la Iglesia- la pugna por el poder, durante el resto del siglo fue entre la costa y el centro (Chilpancingo), después sería contra la imposición (Madero extrapoló la tradición a su triunfo al imponer como gobernador de Guerrero y de Morelos a los hermanos Figueroa) y todo el tiempo contra la desaparición de poderes para imponer interinos. Hacia el segundo cuarto del siglo XX, la visión de Álvarez seguiría evolucionando hasta trasladarse de la costa hacia Huitzuco, y quedaría en manos de otra familia. El Centenario del fin de la a Independencia encuentra al estado de Guerrero sin más cambios que la existencia de nuevos niveles entre las clases económicamente dominantes. En un siglo de libertad nuestro estado no descolló en el pensamiento, las artes, la ciencia y la tecnología. “En Guerrero, la independencia de España, a decir de algunos analistas conspicuos, en realidad se dio en 1921 con el triunfo de Escudero en las urnas a raíz de sus reformas, porque antes de eso Guerrero era un territorio gobernado lejos de los avances nacionales”. Y continuó siéndolo después del asesinato de Escudero, hay que añadir, a instancias de una oligarquía que se sostenía gracias a la estructura política nacional. A la apertura de la nueva carretera, en 1927, esa oligarquía fue desplazada por otra. Más voraz. Más moderna. Y más extranjera porque no era ni católica ni hispánica.
A la vuelta de la primera mitad del siglo XX se da entonces un hecho paradójico: dos maestros, nacidos en nuestras costas, egresados de la misma Normal, inician una nueva revolución de independencia ante la magnitud de la miseria y de la desigualdad, generadas por el modelo regional de gobierno. Los dos iniciarán sus luchas sin un plan estructurado y empujados por las circunstancias. Los dos se internarán en las mismas montañas que siglo y medio atrás albergara a los Bravo y los Galeana. Los dos sostendrán sus luchas con base en una guerra de guerrillas. Y los dos caerán abatidos a tiros por su enemigo común: el ejército mexicano. Al igual que un siglo y medio atrás, dos sacerdotes rebeldes empuñaron las armas contra el modelo colonial, estos dos maestros guerreros serán consumidos por un fuego interno que los empujará al martirologio. No de otra forma se puede explicar su entrega a su causa ya que mientras ellos se batían en las sierras y cañadas surianas, en Acapulco resonaban los altos decibeles de las discoteques y en Chilpancingo, Iguala, Ometepec y Altamirano las clases pudientes rancheras exigían con los corifeos del poder central que enviaran más tropas “para acabar de una buena vez con esos revoltosos”. Guerrero merecía “paz”.
Después de la muerte de estos dos maestros guerreros nuestra tradición caciquil mostró su rostro más cruel: sus postulados fueron decayendo a grado tal que sus banderas olvidadas fueron levantadas y cambiadas por una clase política emergente que enarboló un discurso de izquierda que entre más se desteñía más espacios ganaba en el mapa político. Y cuando arribó por fin al poder, al acceso de los presupuestos y de las vías de concreción de un proyecto que terminara por fin con el caciquismo obviaron su responsabilidad de equilibrar el ejercicio político estatal. Y se adhirieron a la tradición caciquil para preservar el poder. Hoy, después de una década perdida, resulta paradójico que se enfrenten con el caciquismo original. Secular y redivivo. Que reclama su papel de dueño de las vidas y las haciendas de los guerrerenses. Por esa hegemonía, el ex diputado Figueroa Smutny hizo un fuerte reclamo a Aguirre Rivero en Twitter (irónico: cambian las tecnologías, persiste la tradición). Su exabrupto tuvo resonancias seculares por sincera: pues hablaba desde lo más profundo de nuestra tradición y en reclamo de un cambio no de ideología, sino de adeptos. La palabra traidor con que pretendió infligir a Aguirre no resuena con referencia al beneficio y el bienestar de los guerrerenses, sino con el grupo que lo lanzó al poder.
Ante ese reclamo de auténtico guerrerense sólo puede responder la ruptura, es decir, un cambio profundo. El rechazo completo a la tradición caciquil ahora también en práctica por el PRD. Cuando muchos ciudadanos saludamos con entusiasmo la decisión de Aguirre de representar una coalición cuya diversificación estaría completa sin el PAN, previmos la participación de todas las voces, todas las visiones, todos los esfuerzos y, todos, vigilando las manos a todos. Una democracia. No caciquismo. Aguirre Rivero tiene ahora esa tarea, esa responsabilidad histórica de sentar las bases de un estado federativo, no de otro coto de poder para un caudillo, una familia, un grupo o un partido político. Sólo cuenta con cuatro años y medio para cumplir con esa deuda histórica. Pero tiene una ingente cantidad de guerrerenses preparados, cultos e ilustrados que pueden apoyarlo y, o, aconsejarlo para arribar a esa larga aspiración regional que pasa ineludiblemente por nuestro ser cultural: ¿quiénes somos? Guerrerenses. Entonces ¿por qué no hemos podido construir un estado libre, soberano, progresista y desarrollado? ¿Por qué al arribo de nuevas tecnologías continúa habiendo presos de conciencia, miseria, hambre y desesperación en las clases más desprotegidas? ¿Por qué es tan grande la brecha entre la riqueza y la pobreza en un estado tan rico y con tantos legisladores y alcaldes “de izquierda”? ¿Por qué? Los guerrerenses no podemos responder a esas preguntas con más consignas de izquierda por muy radicales que se busquen. La respuesta sólo puede ser encontrada en el análisis y la reflexión de nuestro ser global, universal y único, es decir, en nuestro ser cultural, y en la admisión madura de que al negar nuestra historia nos negamos a nosotros mismos. Nuestro subdesarrollo tampoco puede ser resuelto con golpes de modernidad. Tenemos que cubrir todas nuestras deudas históricas. Tal vez cuatro años y medio sean pocos. Tal vez sólo sean el inicio. Pero lo peor que podríamos hacer sería no intentarlo siquiera, ahora que por fin nos hemos puesto de acuerdo en algo. 

lunes, 23 de agosto de 2010

Entrevista a José Enrique González Ruiz


agosto 8 de 2007
.
Para el gobierno de México los militares son intocables
Entrevista al abogado José Enrique González Ruiz
.
Por Joaquín Madera / ABP México, 31 de julio de 2007
.
No importa que sean narcotraficantes y criminales de lesa humanidad. No importa que la sociedad los reconozca como torturadores y asesinos. En el gobierno espurio de Felipe Calderón, “que sólo se puede sostener apoyado en el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea”, a los militares no les va a pasar nada, ni por los crímenes que cometan en adelante ni por los que hayan cometido en el pasado.
Así interpreta José Enrique González Ruiz –en entrevista con la Agencia Bolivariana de Prensa– la reciente exoneración del general Mario Arturo Acosta Chaparro, quien el pasado 28 de junio salió de la prisión del Campo Militar número1, tras haber sido juzgado por tener vínculos con el narcotráfico.
Acosta Chaparro es uno de los principales responsables de la guerra sucia de los años 70, pero quedó en libertad como si no hubiera participado en ella. El Ejército mexicano y los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón impidieron que fuera juzgado por crímenes de lesa humanidad. Más aún, “le devolvieron sus grados militares e incluso le pagaron los haberes por el tiempo que estuvo en prisión”.
Estamos, pues, ante el hecho de que “uno de los torturadores más feroces, más crueles, de la historia reciente de México” ha sido plenamente rehabilitado. Hecho que coincide, precisamente, con el repunte de las violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército y los cuerpos policíacos, así como con la criminalización de la protesta social y el “proceso de militarización” impulsado por el gobierno de Felipe Calderón.
Esta militarización, que avanza bajo el eslogan del combate al narcotráfico y la delincuencia organizada, responde a una estrategia de control social, semejante a la que emplea el gobierno de Álvaro Uribe en Colombia. “Calderón –dice nuestro entrevistado– no está combatiendo al narcotráfico, está haciendo contrainsurgencia y está preparándose para posibles insurrecciones o levantamientos en México”.
1. Retrato de un “Salvador de la Patria”.
José Enrique González Ruiz fue asesor jurídico de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a Derechos Humanos en México (Afaddem – Fedefam); en nombre de esta organización, presentó casi 150 denuncias penales contra el general Acosta Chaparro. Asimismo, fue abogado y rector de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG); ahí le tocó conocer personalmente al entonces mayor y reclamarle la presentación con vida de algunos universitarios que habían sido secuestrados por organismos policíacos.
Al preguntarle quién es Mario Arturo Acosta Chaparro y cuáles son las evidencias de su participación en la guerra sucia, González Ruiz nos describió a un “personaje siniestro”, cuyo retrato presentamos a nuestros lectores:
El general Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite es “uno de los torturadores más feroces, más crueles, de la historia reciente de México. Es un individuo que hizo carrera militar a partir de la habilidad que mostró para acercarse y detener a personas relacionadas con movimientos armados pero también con movimientos sociales y políticos”. Entre 1969 y 1971, recibió adiestramiento militar en los Estados Unidos. Después, formó parte de la Brigada Blanca, un “organismo irregular” integrado por elementos de la Policía Militar, la Policía Judicial Federal, la Policía del Distrito Federal y paramilitares o “madrinas”.
Con la Brigada Blanca, en la que participó también el policía Miguel Nazar Haro, Acosta Chaparro “se dedicó a combatir, prioritariamente, a la guerrilla, con procedimientos ilegales, aplicando medidas inhumanas como la tortura, la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada de personas”.
De lo anterior existen numerosas evidencias: testimonios de las víctimas y de sus familiares, declaraciones de ex – colaboradores de Acosta Chaparro e incluso documentos escritos por él mismo, como el informe titulado Movimientos subversivos en México.
“Acosta Chaparro –recuerda González Ruiz– era un personaje que no se ocultaba. A diferencia de la mayoría de los represores, que se mantienen en el anonimato, él era ostentoso, se dejaba ver y presumía incluso de su ‘valor’, de su ‘arrojo’ para enfrentarse a lo que ellos llamaban la subversión”. “Él no ha negado nunca haber sido parte de los cuerpos represivos irregulares, por el contrario, lo presume como un acto de heroísmo”.
Gustavo Tarín Chávez, un ex capitán del Ejército mexicano involucrado en el narcotráfico y detenido por el FBI, reveló en 1999 que en la Base Aérea Militar de Pie de la Cuesta, situada en Acapulco, Guerrero, los militares de la guerra sucia asesinaron a centenares de personas y después tiraron sus cadáveres al mar desde un avión Arava IAI – 201, de fabricación israelí.
Al respecto, dice González Ruiz: hay muchas evidencias de que Acosta Chaparro organizó los llamados vuelos de la muerte, “en particular la declaración de su amigo, de su colaborador Gustavo Tarín”, quien “dijo específicamente que Acosta Chaparro comandaba esas acciones de contrainsurgencia, en las que el propio Tarín participó”.
Continúa nuestro entrevistado: “cuando se decidía que un secuestrado, torturado y masacrado –una persona que había sido ya interrogada por los servicios especiales del Estado– ya no era útil, entonces le decían: ‘siéntate en ese banquito, te vamos a tomar la foto del recuerdo’. Después de eso un individuo se acercaba a la persona que estaba en el banquito y le daba un balazo en la nuca. Dice Tarín que Acosta Chaparro ejecutó cuando menos a doscientas personas, con una pistola a la que llamaba la espada justiciera”.
Bajo la supervisión de Acosta Chaparro –y con plena autorización de las más altas autoridades políticas, como el ex presidente Luis Echeverría y el ex gobernador Rubén Figueroa– los cuerpos de esas personas fueron arrojados al mar.
Pese a lo anterior, el general Acosta Chaparro “igual que otros criminales de lesa humanidad, se siente Salvador de la Patria”.
Cuando José Enrique González Ruiz lo conoció, a mediados de los 70, Acosta Chaparro era mayor del Ejército y jefe de la Policía Municipal de Acapulco.
“Se trató de una etapa de agresión muy intensa en contra de los universitarios y del pueblo de Guerrero. Hubo varios desaparecidos que pertenecieron a la comunidad universitaria, recuerdo a Carlos Díaz Frías y a Luis Armando Cabañas, estudiantes de la UAG a quienes no volvimos a ver: se los llevaron los cuerpos policíacos y militares y no los volvimos a ver”
“Recuerdo que en esa etapa, en la zona donde había operado la guerrilla de Lucio Cabañas, por el rumbo El Paraíso –se llama así ese lugar en el estado de Guerrero– había una leyenda popular en el sentido de que cuando se oían en las poblaciones pequeñas gritos de terror en algún lugar la gente decía: ‘por ahí anda Acosta Chaparro’. O sea que era famoso por ser muy desalmado y por utilizar los peores métodos para obtener información”.
“Alguna vez secuestraron a un profesor, un matemático que trabajaba en la Universidad, y yo fui a reclamarle que lo liberaran. Hablé con él y me dijo: ‘¿y de veras quieren que liberemos a ese subversivo, enemigo de las instituciones?’. ‘No –le respondí–, para mí es un universitario, es un profesor de la Universidad, y ustedes tienen la obligación o de ponerlo en libertad o, en todo caso, si consideran que cometió un delito, de consignarlo ante las autoridades competentes’. Finalmente sí lo puso libre. Era un individuo sumamente poderoso y tenía derecho de vida y muerte sobre las personas”.
“Acosta Chaparro tenía de esos arranques que tiene la policía. Un día lo llamé por teléfono –todavía no nos habíamos entrevistado personalmente– y le dije: ‘oiga, soy Enrique González Ruiz, trabajo en la UAG y quiero que nos entrevistemos el día de hoy, si usted puede, porque quiero plantearle el caso de algunos universitarios que están presos o son desaparecidos’. Entonces me dijo –por teléfono, antes de conocerme– ‘¿Enrique González Ruiz? Ah, si, usted es un morenito, de lentes, de pelo chino, que estaba en el Encuentro de Familiares de Desaparecidos en Culiacán la semana pasada. Sí, pase cuando guste, aquí lo espero’. O sea que primero me dio una información acerca de que me estaban siguiendo los pasos y después ya me aceptó la entrevista”.
2. Mensaje de impunidad.
- Agencia Bolivariana de Prensa (ABP): ¿Qué significado político tiene la exoneración de este general?
José Enrique González Ruiz (GR): “Cuando Acosta Chaparro fue exonerado acababan de ocurrir dos cosas importantes, una en el estado de Guerrero y otra a nivel nacional. En Guerrero se había anunciado la creación de la Comisión de la Verdad. Este hecho es sumamente relevante porque la formación de una comisión ciudadana, sin participación de dirigentes de partidos ni de funcionarios públicos podría dar mucha luz sobre lo que aconteció en Guerrero durante la guerra sucia –guerra sucia que por cierto todavía está aplicándose, pero que tuvo su etapa más intensa en los años 70–. Sabríamos, por ejemplo, quiénes fueron los militares que participaron, sus nombres, sus cargos. Sabríamos quiénes eran los agentes operativos, los que detuvieron a las personas, los que las tuvieron en cárceles clandestinas, los que las llevaron a cámaras de torturas. Sabríamos también quiénes eran los jefes de estos, o sea los políticos que tomaban las decisiones. Es decir, sería una oportunidad interesante para abrir una pequeña rendija y que penetrara un poco de luz en este asunto de los ejecutados extrajudiciales, los desaparecidos y los torturados en Guerrero”.
“Por eso el gobierno libera a quien la historia señala como el principal responsable de estos hechos. Libera a Acosta Chaparro diciendo: ‘Ah, ¿quieren investigar qué pasó? Pues ahí está afuera el que estuvo en esos acontecimientos como jefe y como responsable’. Como jefe operativo, cabe aclarar, porque los políticos eran los que tomaban las decisiones, pero Acosta Chaparro era el responsable de llevarlas a cabo”.
“En segundo lugar, en México está ocurriendo un proceso de militarización. El gobierno espurio de Felipe Calderón sólo se puede sostener apoyado en el Ejército, en la Marina y en la Fuerza Aérea. Entonces, mandan la señal de que los militares son intocables, de que pueden haber cometido cualquier atrocidad o cualquier crimen, de que pueden ser delincuentes de lesa humanidad por la guerra sucia o pueden ser traficantes de drogas y no les va a pasar nada. Porque Arturo Acosta Chaparro no solamente fue exonerado de responsabilidad por estos hechos sino que además le devolvieron sus grados militares e incluso le pagaron los haberes por el tiempo que estuvo en prisión”.
3. A menor apoyo social, mayor fuerza militar.
- ABP: ¿Podríamos decir entonces que la guerra de Calderón contra “el narcotráfico y la delincuencia organizada” es en realidad una estrategia de represión y de control social?
GR: “Un gobierno que no tiene consenso social, que no cuenta con el apoyo popular mayoritario, que trata de imponer un proyecto contrario a los intereses de la mayoría de la población –en lo económico, en lo político, en lo cultural–, es un gobierno muy débil. Es un gobierno que tiene que echarse a los brazos del Ejército, de la oligarquía local, del capital local, pero también del capital financiero internacional”.
“No es extraño que, a menor apoyo social, mayor fuerza militar. Eso es lo que está ocurriendo con Calderón. Si estuviera combatiendo al narcotráfico ya hubiéramos visto en la cárcel a los verdaderos dueños de este negocio”, es decir banqueros, empresarios y grandes comerciantes ligados al partido gobernante, como el ciudadano mexicano de origen chino Zhenli Ye Gon.
“Calderón no está combatiendo al narcotráfico, está haciendo contrainsurgencia y está preparándose para posibles insurrecciones o levantamientos en México”.
- ABP: ¿Le parece válida la comparación, a propósito de su naturaleza autoritaria y contrainsurgente, entre los gobiernos de Colombia y México?
GR: “Son muy similares, comulgan ideológicamente, por eso se entienden bien. El gobierno de Álvaro Uribe (...) aplica programas norteamericanos de contrainsurgencia y de control de la sociedad (...) Uribe ha permitido el incremento de los efectivos militares norteamericanos en Colombia y ha rodeado a Colombia de bases militares en los países vecinos”.
“Esta vocación de Uribe, pronorteamericana y de derecha, es compartida por Calderón. No en balde el embajador de Colombia en México es un individuo que ha estado cercano a los asuntos del paramilitarismo (...) y que tiene experiencia en la contrainsurgencia. A Calderón y a Uribe, a ambos gobiernos, los hermanan intereses materiales de carácter económico, pero también una vocación muy conservadora, son estructuralmente de derecha”.
4. Ni perdón ni olvido.
Para que el general Acosta Chaparro no quede impune, José Enrique González Ruiz señala que es preciso denunciar y caracterizar como tales a los criminales de lesa humanidad, enfatizando que “no hay perdón ni olvido respecto de ellos”.
“Una vez informados y conscientizados –dice–, debemos organizarnos para realizar acciones tendientes a que el Estado se vea obligado a enjuiciar a estos responsables de crímenes históricos. Hay que reactivar las instancias de familiares de desaparecidos y de víctimas de la guerra sucia. También hay que tocar las instancias internacionales, las Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las Organizaciones No Gubernamentales como Amnistía Internacional. Hay que moverse en todos esos espacios para dejar claro que en México los criminales de lesa humanidad están impunes, que es peor nuestra situación que la de Argentina o la de Chile o la de Guatemala, donde siquiera algunos, uno o dos de los más negativos de estos personajes, han sido llevados a juicio. Aquí, en cambio, ninguno. Todos están en la impunidad. En tercer lugar, esa organización se tiene que traducir en acciones unitarias de los sectores que estén en este interés, buscando siempre la acción más efectiva en el momento preciso para que se levante de nuevo la bandera de la justicia y la verdad en los asuntos de la guerra sucia.
- ABP: ¿Algo más que quiera agregar?
GR: Mi agradecimiento y mi solidaridad con las luchas bolivarianas.
.
Consulta en:

martes, 22 de junio de 2010

Sobre la revolución en la Costa Chica

En LA JORNADA GUERRERO del 22 de junio de 2010, se publicó la siguiente nota:
.
Historia y revolución en la Costa Chica
Jaime Salazar Adame
.
La historia es un proceso en constante construcción. La aparición de nuevos métodos, tecnologías o enfoques nos permiten valorar de manera distinta las tendencias prevalecientes en el conocimiento del pasado. Mejor aún, la aparición de nuevos acervos y documentos originales nos facultan reconstruir el pasado, porque no está muerto ni enterrado, está allí esperando una nueva mirada o visión más cercana a la realidad social de nuestros pueblos.
En el contexto de los festejos del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución mexicana, suscita esta reflexión, el venturoso acontecimiento de la presentación pública de unas memorias documentales, perfectamente conservadas sobre la Revolución mexicana en la Costa Chica del estado, que propician nuevos puntos de vista más apegados a la circunstancias que les tocó vivir a nuestros paisanos de los pueblos de la costa de Guerrero y Oaxaca.
El volumen se circunscribe a la historiografía de la Revolución guerrerense con obras tales como: Historia de la Revolución en el estado de Guerrero, 2da Ed. ampliada hasta 1920, de Vicente Fuentes Díaz, 1983. Historia de la Revolución en el estado de Guerrero, tres tomos, de José Manuel López Victoria, 1985. La Revolución Zapatista de Guerrero. De la insurrección a la toma de Chilpancingo, 1910-1914, en 1990 y De la revolución al agrarismo en la costa guerrerense, 1997, ambos de Renato Ravelo Lecuona. La Revolución de 1910 en Guerrero y Michoacán, de Jesús Millán Nava, 2008. La Revolución mexicana en el estado de Guerrero. La lucha zapatista en la región de La Montaña, 1910-1918, de Francisco Herrera Sipriano, 2009, entre otras de carácter general.
Don Isaías Vázquez Añorve escribe sus memorias sobre la Revolución mexicana en la Costa Chica del estado de Guerrero, en un periodo que corre de 1909 a 1915. Aunque en muchos casos anticipa las fechas y en otros las adelanta hasta 1948, tiempo en el que concluye su manuscrito. Formalmente principia con la Revolución iniciada por Francisco I. Madero y culmina con el triunfo del constitucionalismo encabezado por el primer Jefe Venustiano Carranza.
A la manera de Herodoto, el conocido Padre de la historia, la crónica del señor Vázquez tiene por finalidad dar a conocer los hechos como ocurrieron realmente, para evitar que las hazañas de los auténticos revolucionarios cayeran en el olvido, y también para impedir que solamente la versión de los oportunistas fuera la difundida y reconocida.
Se trata de una obra redactada a partir de los múltiples apuntes, notas, fotografías y documentos que el señor Isaías Vázquez Añorve, escribió y conservó para dejar su testimonio de la Revolución que sacudió a México en 1910, como proceso largo y complejo que marcó para siempre la vida nacional, de la Costa Chica, de Ometepec y consecuentemente su propia existencia personal y familiar.
También escribe para revelar que es a partir de la invitación que Aquiles Serdán hizo a Enrique Añorve Díaz, en Puebla, y éste a don Nicolás Vázquez Ortiz, quien a su vez hizo partícipe a su hijo Isaías de tal acontecimiento, para que se enrolaran en la rebelión de enorme alcance contra el dictador Porfirio Díaz, y estallaran la Revolución en la Costa Chica y parte de Oaxaca, particularmente en su querido Ometepec.
En todo el cuerpo del texto lo que se palpa con múltiples casos es que los movimientos armados trastocan drásticamente la vida de los pueblos que los sufren y alteran la realidad y la vida cotidiana de las personas, al suscitar pasiones que sacan a la superficie las tensiones, los rencores, los conflictos lentamente acumulados, similar a las explosiones en las que aparecen lo peor y lo mejor de los individuos y las comunidades. El mejor ejemplo lo constituye la narración acerca de la defensa del orden legal en Ometepec y el levantamiento armado contra el jefe de dicha plaza, Isidoro C Mora en septiembre de 1915.
Igualmente esa conflictividad nos permite hablar más que de una revolución, de varias revoluciones, porque cada pueblo asumió sus agravios como bandera reivindicatoria de su propia lucha. Por eso, la Historia de la revolución en Guerrero registra 23 bandas de revolucionarios y alzados que asolaban al estado, lo hacen en forma fragmentaria puesto que se dispersan en las diferentes regiones cada uno con distintas demandas.
Los Figueroa, prósperos rancheros en la zona Norte, contra el reeleccionismo; Ladislao Álvarez y Jesús H Salgado, propietarios de tierras y minas en Teloloapan con ascendiente en la Tierra Caliente, en favor de la restitución de tierras; Julián Blanco, oficial de las fuerzas de seguridad en el estado, en el Centro, primero, está con los zapatistas y después, con los constitucionalistas; Eucaria Apreza, acaudalada terrateniente en Chilapa, por la causa maderista; Enrique y Pantaleón Añorve minifundistas mestizos, en la Costa Chica, maderistas y constitucionalistas; y Tomás Gómez y Silvestre G Mariscal, antiguo maestro de escuela, en la Costa Grande, sucesivamente, es maderista, huertista y constitucionalista.
.

lunes, 17 de mayo de 2010

El Bum Bum, Club Canibal. En Acapulco


Epoca de oro del Bum Bum
Verónica Castrejón Román
.
El Bum Bum, Club-caníbal, a la orilla de la playa Caleta, contaba con una pista de baile de 500 metros cuadrados, una cantina, cocina y un espacio con cien mesas para recibir a 500 comensales. Un portero disfrazado de caníbal recibía a los visitantes que en las tardes de playa comían y después bailaban descalzos y en traje de baño en la pista y por la noche, sólo previa reservación, elegantes y perfumados disfrutaban del espectáculo de las más rutilantes estrellas de la época.
No obstante ser un centro nocturno, el ambiente era familiar con shows internacionales y música en vivo con las mejores orquestas del momento como la de Pérez Prado, Ray Anthony y la Sonora Santanera, que tocaban música afro-cubana, mambo, rumba cubana, danzones y chachachás. Ahí los lunamieleros disfrutaban de exquisitos platillos a orillas de una de las playas más famosas del mundo.
El Bum Bum fue también foro de lanzamiento de artistas como Darbelio Arredondo, Olivia de Montenegro y tres orquestas: la de Ruti Arias, la de Juan Góngora y la de Fito Fierro. Como dato curioso, ahí trabajó como mesero el ex líder cetemista Bautista Lobato Serna, y como fotógrafa, la líder del ambulantaje, Dalia Serna.
Desde las mesas del Club Caníbal personalidades de todo el mundo aplaudieron divertidos Lana Turner, Rossana Rossi, Ninón Sevilla, Manuel Capetillo, Andy Russel, Lola Beltrán, la miss Universo Christian Martell y ¡hasta Fidel Castro!, con quien sostiene, hasta la fecha, cierta relación de amistad.
.
Tomado de:

sábado, 24 de abril de 2010

Sobre el Chilpancingo de ayer...


En la edición del 15 de noviembre de 2009, EL SOL DE CHILPANCINGO, publicó en la columna SILUETA por Chanssonier, la siguiente información:
.
Cuando se agolpan recuerdos
Chanssonier
Un automóvil del servicio público me trasladó de mi domicilio a la redacción de este periódico, en donde hice entrega de mi colaboración. Al entrar al túnel que enlaza las avenidas Juan Álvarez y Vicente Guerrero, recordé que antes de que se construyera esa obra, en el curso del gobierno estatal encabezado por el licenciado Alejandro Cervantes Delgado (1981-1987), la avenida Álvarez que antes llevó el nombre de Himno Nacional y primitivamente de Centenario, concluía al topar con el jardín “Bravo”, desaparecido en el gobierno del médico Raymundo Abarca Alarcón, fusionándolo con el jardín “Cuéllar”, para dar origen a la plaza cívica que hoy conocemos.
La calle Centenario era estrecha, utilizándola poco los automovilistas; eso daba motivo para que los chamacos, sobre todo, jugaran a media calle a las canicas. Esta rúa tenía un disparejo empedrado en la parte céntrica, pero conforme se caminaba hacia el sur era de pura tierra. Hasta 1936, con la Guerrero, formaban parte de la carretera México-Acapulco, la cual pasaba frente al palacio de Gobierno. La administración del gobernador José Inocente Lugo, clausuró la parte correspondiente al palacio de Gobierno, ensanchando el jardín “Bravo”. De venirse procedente de la ciudad de México, los automovilistas entraban por la calle Guerrero; al llegar al centro se semirodeaba el jardín “Cuéllar”, para salir por la calle Mártires del 2 de Mayo hacia Acapulco. Era ésta tan estrecha, que dos autos en contrasentido difícilmente cabían, por lo cual alguno debería recular, para así resolver el problema.
Hasta 1946 donde se levanta el edificio en donde funcionó el Cine Colonial, así como un edificio de productos, corría a cielo abierto la barranca de Apancingo, la cual embovedó don Nicolás Naime. Junto al cine funcionó por algunos años la arena de box y lucha libre “Nicolás Bravo”, que sábado a sábado por las noches, ofrecía al respetable sus funciones en ambos espectáculos. Justo es recordar que “El Colonial” abrió sus puertas con la película “Te sigo esperando”, siendo sus actores principalmente Arturo de Córdoba y Libertad Lamarque; corría entonces el año de 1948.
La calle Mártires del 2 de Mayo terminaba en donde están ahora las oficinas del Seguro Social, que antes fue un huerto propiedad del ex gobernador J. Inocente Lugo, quien lo adquirió de parte del general Alberto F. Berber, también ex gobernador. Años más tarde se estableció más al sur la empresa maderera “R. Sánchez y Compañía”, la que se incendió en 1952. De la barranca de Pezuapa en adelante eran entonces terrenos de siembra de maíz. Esta calle fue ensanchada en 1953 encementándola toda, para ponerle enseguida el nombre de Avenida Alemán, como se le conoce hasta ahora.
La calle Guerrero siempre fue muy transitada, siendo considerada eje de la ciudad; en ella funcionó por más de veinte años el cine Guerrero. Cómo emocionaban a los niños y jóvenes las aventuras de “Tarzán, el hombre mono”, con Johnny Weissmüller y su guapa pareja Maureen O’Sullivan, o bien “King Kong” con la rubia Fey Whirite y el apuesto Bruce Cabot.
Frente a la escuela normal la quieta alameda, en la que por cierto nunca ha existido un álamo que le dé tal nombre. Allá por 1940 en la parte baja, había dos fuentes terminadas en mármol verdoso; al fondo un obelisco y un busto del general Hermenegildo Galeana, que nunca supe a dónde fue a dar luego de ser demolido. En la parte alta estaba una fuente circular.
La calle bien urbanizada terminaba prácticamente a donde estaba una cantina denominada “El Atorón”; de allí en adelante las había diseminadas, hasta llegar a la gasolinera “El Gallito”. En 1941 se construyó más allá una glorieta en donde se colocó la estatua de don José María Morelos y Pavón, la que hoy está en la plaza cívica. Todos estos recuerdos se me agolparon en el rápido viaje, de mi domicilio al del periódico.
.

jueves, 22 de abril de 2010

La toma de Acapulco por Morelos

.
José María Morelos y la toma de Acapulco
Raúl Alberto González Lezama

Investigador del INEHRM
.
A inicios de 1813, la ocupación de la ciudad de Oaxaca por Morelos sumó una importante provincia a la vasta zona de la Nueva España en la que los insurgentes mantenían vivos los ideales de Miguel Hidalgo. Este territorio se extendía desde el istmo de Tehuantepec hasta más allá de las bocas del río Zacatula, a lo largo de la costa del Pacífico, toda la provincia de Oaxaca, y buena parte de la provincia de Puebla, donde Osorno, desde Zacatlán hacía sentir su influencia por la región. Otros más como los Villagrán, Liceaga, Rayón, Verdusco y Cos, eran dueños de todo el sur de las de México y Valladolid. Por su parte, Nicolás Bravo actuando en la provincia de Veracruz, obstaculizaba seriamente la comunicación entre el puerto y las importantes ciudades de Jalapa, Orizaba y Córdoba y salvaguardaba el tránsito con Oaxaca. En la Nueva Galicia y San Luis Potosí, operaban numerosas partidas que no daban descaso a las autoridades virreinales.
Únicamente Acapulco se sustraía al dominio insurgente. Por lo tanto, nada parecía más lógico y útil para la causa que ocupar ese puerto y conquistar con ello el control de las comunicaciones por la costa, con las Filipinas, Centroamérica y Sudamérica. De manera adicional los rebeldes podrían beneficiarse con los ingresos que reportaría el control del comercio local y extranjero.
Además de las razones expresadas, Morelos se encontraba ansioso por poseer el control de un puerto que le permitiera el acceso al exterior, sobre todo porque creía, erróneamente, que las fuerzas de Napoleón Bonaparte ocupaban ya el de Cádiz en la península Ibérica. Por eso, por seguridad, después de conquistado Acapulco, debía de ser tomado Veracruz y así, si los franceses intentaban atacar la Nueva España, estarían en condiciones de hacerles frente y evitar una posible invasión proveniente del Pacífico o del Golfo de México.
La mala información no era un caso extraño en esa época; como ejemplo tenemos lo publicado por la Gazeta de Caracas, que afirmaba que en febrero de ese año, Rayón consiguió entrar en la Ciudad de México y el virrey Venegas había huido refugiándose en el fuerte de Perote donde lo tenía sitiado el general Morelos, cuyo cuartel general se encontraba en Orizaba con 3 000 hombres. Tanta fe daban a aquellas noticias en Sudamérica que se atrevían a afirmar que en la Ciudad de México Rayón había capturado 30 cañones de bronce y 3 000 fusiles. No debe extrañarnos pues, que Morelos estuviera convencido de la necesidad de tomar providencias en contra de un enemigo externo al que creía en posesión absoluta de España. También pesaba en su ánimo la orden recibida de su maestro Miguel Hidalgo quien en la entrevista que sostuvieron en Charo lo comisionó para insurreccionar el sur de Nueva España y apoderarse de Acapulco lo cual no pudo logar en su primer intento.
Decidido a comandar en persona la expedición, Morelos salió de la ciudad de Oaxaca el 9 de febrero; lo acompañaban unos tres mil hombres. Esta fuerza disminuyó, pues en Yanhuitlán dejó a Mariano Matamoros encargado de la seguridad de la región al frente de 1 500 elementos.
Después de numerosas y agotadoras jornadas, el ejército del sur pudo situarse frente a la plaza de Acapulco en la madrugada del 6 de abril. Con unos dos mil hombres y algunas piezas de artillería, pretendía Morelos hacer frente al coronel Pedro Vélez, quien tenía a su favor el fuerte de San Diego, lugar a donde podría replegarse y guarecer sus fuerzas en caso de no poder contener el avance enemigo. Además, contaba con el apoyo de algunos bergantines y otras naves armadas, que desde el mar, protegían el acceso al castillo y estaban en posibilidad de hostilizar las posiciones de los insurgentes en tierra, así como de abastecer de alimentos y municiones a los defensores del fuerte.
Al amanecer inició el ataque de la plaza; los insurgentes dividieron sus fuerzas en tres columnas, la primera comandada por Hermenegildo Galeana, la segunda al mando del teniente coronel Felipe González y la última al frente del brigadier Julián Ávila.
Galeana y sus hombres tras una encarnizada refriega, lograron tomar el cerro de la Iguana, mientras que, por su parte, Ávila con grandes esfuerzos, tomaba la Casa Mata y conquistaba el cerro de la Mira, ambas posiciones de gran importancia cuya pérdida obligó a los realistas a concentrarse en la plaza desde donde ofrecieron una tenaz resistencia.
Morelos estableció su cuartel en el cerro de la Iguana. Durante seis días se realizaron varios intentos de aniquilar al enemigo guarecido en la plaza, pero la artillería realista, muy superior, permitió a los sitiados mantener a raya a los atacantes, incluso en dos ocasiones el cura de Carácuaro estuvo a punto de perder la vida cuando sendas balas de cañón pasaron rozando su cuerpo. Despreciando su seguridad, el caudillo insistió en inspeccionar personalmente las posiciones, y mientras realizaba uno de esos recorridos, se le presentó María Manuela Medina, originaria de Taxco, a quien la Suprema Junta había otorgado el grado de capitana por haber formado una compañía con la que, hasta ese momento, había participado en siete acciones de guerra.
El 10 de abril fue conquistada Caleta y el día 12 Morelos dio la orden de que se ejecutara el asalto final. El combate se extendió a lo largo del día con gran dificultad para los atacantes, puesto que recibían un nutrido fuego proveniente del fuerte de San Diego, del fortín del Padrastro, del Hospital y de dos bergantines que desde el mar hostilizaban a los insurgentes. El general Ávila resultó herido en una pierna y todo parecía indicar que la ofensiva no tendría mayor éxito que las precedentes, sin embargo, una terrible explosión provocada por el incendio de un cajón de pólvora hizo volar las paredes del Hospital. La tropa que lo guarecía se llenó de terror, huyó hacia el fuerte dejando desprotegida la posición y lo mismo hicieron el resto de los defensores de la plaza, que fue tomada por los insurgentes.
Poco después de la puesta de sol del 12 de abril, los sitiadores pudieron tomar control de la plaza. Contrario a lo que había venido ocurriendo, en esa ocasión, tras la victoria, no se vivió la terrible experiencia de que los prisioneros fueran sacrificados, en cambio, la enérgica disposición de Morelos no fue suficiente para contener el saqueo de las casas y comercios de la villa, así como para reprimir las escenas de embriaguez de sus soldados con los frutos de su rapiña en las vinaterías.
Sin duda, fue un triunfo significativo, pero la campaña no había concluido pues, no obstante haber conquistado la villa y el puerto, restaba por reducir la fortaleza de San Diego, y esa labor no fue posible sino hasta el 20 de agosto cuando por fin el coronel Vélez capituló. Años más tarde, en 1816, el derrotado comandante justificó su derrota ante el virrey Apodaca diciendo que “Desde las remotas fronteras del reino de Guatemala, hasta la destrozada provincia de Michoacán, y desde las aguas del Sur por este rumbo, hasta las goteras de la capital, solos 364 soldados y 47 paisanos marineros a mis órdenes, defendían a sangre y fuego el pabellón español y los derechos preciosos del rey benigno que nos manda”.
La campaña consumió seis meses y medio, contando desde la salida de Oaxaca en los primeros días de febrero. En ese tiempo, Félix María Calleja conquistó las posiciones insurgentes en Tlalpujahua, Huichapam y Zimapán, y concentró hombres en las orillas del Mexcala. Las autoridades virreinales lograron reagrupar sus fuerzas y se adoptaron nuevas estrategias contra los rebeldes. De este modo, se perdieron muchas de las ventajas que los insurgentes tenían sobre los realistas.
El tiempo y recursos invertidos en la toma de Acapulco tuvieron a mediano plazo nefastas consecuencias para el movimiento insurgente. Calleja, el general, que sin éxito, intentó derrotar a Morelos en el sitio de Cuautla, asumió el cargo de virrey y supo aprovechar las circunstancias y emplearlas contra los insurgentes. Muchos autores coinciden en juzgar la campaña sobre Acapulco como una decisión equivocada del Siervo de la Nación que a la larga provocaría la decadencia de su movimiento, pero hay que considerar que Morelos contaba con mala información y tomó una decisión basada en una imagen distorsionada de lo que ocurría, especialmente en Europa.
José María Morelos se encontraba convencido de que la toma de Acapulco aportaría tantos beneficios a la causa —sobre todo de índole estratégica—, que permitiría al movimiento revolucionario iniciar su transformación con miras de constituirse en una nación independiente. Por esa razón, el 28 de junio desde el mismo puerto, un mes antes de haber rendido el fuerte de San Diego, el cura declaró:
“Habiendo ya la Divina Providencia proporcionado un terreno seguro y capaz de plantear en él algún gobierno, debemos comenzar por el prometido en plan de nuestra santa insurrección, que es el de formar un Congreso, compuesto de representantes de las provincias que promuevan sus derechos”.
.
Consultado en:
http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-toma-de-acapulco-articulo

miércoles, 21 de abril de 2010

Zapatistas en Guerrero


En la edición del 11 de abril de 2010, LA JORNADA GUERRERO publicó la siguiente nota:
.
Zapatistas en Buenavista de Cuéllar, Guerrero
Sergio Lugo
.
Zapata junto con Villa y Ricardo Flores Magón, representan para mí lo más esencial de la Revolución Mexicana. Emiliano Zapata murió asesinado el 10 de abril de 1919, se cree que por órdenes de Carranza. Para contribuir al debate sobre el zapatismo, presento una versión negativa sobre esos revolucionarios contada por gente del municipio de Buenavista de Cuéllar, Guerrero. A la conclusión que llego es que los zapatistas que mencionan eran personas que no siguieron el ideario de Zapata en cuanto a justicia y libertad, sino del bandidaje como el general Pedro Saavedra y el coronel Julio Pineda.
Me baso en el relato titulado Epopeya escrito por José Figueroa Ayala, quien nació en los Amates, Guerrero. Él contaba con 17 años cuando comenzó el conflicto entre Buenavista y los zapatistas, participó en el movimiento armado desde el 30 de abril de 1917 al 10 de enero de 1918. Posteriormente se dedicó a la minería. Él ya falleció por lo que su hija Eva Figueroa Velasco me hizo llegar dicho documento.
También me valgo del libro Historia de Buenavista de Cuéllar, escrito por Héctor I. Arizmendi Nieto. El texto no tiene la fecha de su publicación ni la editorial, pero leyendo su presentación, al parecer salió en 2002.
Buenavista de Cuéllar colinda con Iguala, Huitzuco, Taxco y Morelos. Fue fundada el 30 de mayor de 1720 por familias españolas y cristianas. Se caracteriza por su bello paisaje y la hermosura de sus mujeres.
Cuenta José Figueroa que en enero de 1917 por órdenes de Carranza, entonces presidente de México, sus tropas salieron de Guerrero, por lo que los zapatistas se apoderaron de Buenavista, bajo las órdenes del general Pedro Saavedra, apodado el “barbas de oro” quedando como jefe de esa plaza el coronel Julio Pineda. Ellos le exigieron a Buenavista un pedido de doscientas cargas de maíz y diez yuntas, si no cumplían se llevarían a la fuerza a diez mujeres.
Arizmendi informa que por esas razones se reunieron el 10 de abril de 1917 en Tenaño, Ambrosio Velasco, Miguel Figueroa y cuatro más. El general Saavedra ordenó al coronel Pineda que fusilara a 10 personas si no cumplían con su pedido. La noche del 29 de abril se atrincheró todo el pueblo para esperar a los zapatistas puesto que la mañana siguiente era el día de entrega del pedido. Fue nombrado Gabriel Velasco jefe de la lucha de Buenavista.
José Figueroa narra arduamente la batalla entre el pueblo y los zapatistas a lo que él llamó el “día glorioso del 30 de abril”, donde fueron derrotados los zapatistas y fusilado el general Palacios. Ese día lo festeja el municipio.
Continuando con el relato, el pueblo pidió ayuda al presidente Carranza, él decidió ayudarlos. Por los rumbos de Iguala, andaba huyendo el general ex zapatista Lorenzo Vázquez, puesto que tenía diferencias con Emiliano Zapato. Viendo la situación de Buenavista, el general Vázquez quiso aprovecharse de ellos. El 4 de mayo, cerca de ahí, otro general zapatista llamado Victoriano Bárcenas, habló con Melesio Aranda y varios más de Buenavista, ellos le explicaron que estaban armados debido a la crueldad del general Saavedra. En Buenavista el general Bárcenas les dijo que para que Emiliano Zapata les creyera que no eran carrancistas, le remitieran vivo o muerto al general Vázquez, ya que el zapatista creía que estaban con el disidente. Bárcenas le regaló un caballo a Gabriel Velasco y ofreció no molestarlos, cosa que cumplió.
Mientras tanto al percatarse la gente de Buenavista que el general Vázquez los iba a traicionar, lo tomaron preso pero como éste se resistió lo mataron. Le mandaron el cadáver a Zapata en Tlaltizapan, Morelos, quien lo mandó colgar por traidor.
El 10 de mayo Emiliano Zapata en la hacienda de Santa Fe, habló con unos ancianos de Buenavista, ellos le explicaron los motivos de su levantamiento. Zapata accedió y puso al mando de ese poblado al general Benigno Abúndes, a quien José Figueroa consideró como “hombre honrado y de buen corazón”. El 5 de junio se enteraron que el general Silvestre Mariscal de parte del gobierno, estaba en Iguala para auxiliar a Buenavista, por lo que Melesio Aranda, Filiberto Figueroa y Faustino Trujillo le mandaron un mensaje y mezcal al general Benigno Abúndez en el que le agradecían su protección y le pedían que abandonara su pueblo, él aceptó.
El general Mariscal ascendió a su ejército constitucionalista a Gabriel Velasco como capitán, Ezequiel Velasco y Miguel Román como capitanes primeros, entre otros. Unos más no recibieron ningún pago. Todos ellos se enfrentaron al general Saavedra que seguía cometiendo brutalidades.
La batalla final fue el 10 de enero de 1918 en la que el pueblo de Buenavista junto con carrancistas, derrotaron a los zapatistas, esta epopeya también la narra detalladamente José Figueroa. A partir de esa fecha los zapatistas se fueron alejando de Buenavista, Guerrero.
http://redsocialclub.blogspot.com
.
Puede consultarse en:
http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2010/04/10/index.php?section=opinion&article=002a1soc

martes, 20 de abril de 2010

Sobre el huracán Tara, en 1961

.
47 años de su paso
El Tara se llevó a 500 en la Costa Grande
RODOLFO VALADEZ LUVIANO (Corresponsal)
.
Tecpan, 11 de noviembre. “La noche del 10 de noviembre de 1961, comenzó a llover, era una lluvia leve y la brisa que la acompañaba jamás la habíamos sentido”, recordó Raumel Mena, habitante de la comunidad de Nuxco y sobreviviente del paso del ciclón Tara, recordado como el más agresivo de la historia de la Costa Grande, que hace 47 años ocasionó la muerte de 500 personas y desapareció 70 por ciento del poblado.
Quien fuera comisario de la comunidad donde vive desde hace 60 años, narró que la madrugada del 11 de noviembre de 1961, el viento aceleró su paso a menos velocidad que la lluvia que se intensificó aún más, “cada vez llovía más y más, así fue toda la noche y hasta las primeras horas de la mañana”.
De pronto –exclamó– el arroyo de la comunidad, normalmente inofensivo y con poco agua, comenzó a subir su nivel hasta desbordarse sobre la población y arrasar con casas, gente y animales, “pocos sobrevivimos”.
“Yo tenía 20 años, y dormía en la casa con mis padres, jamás nos dimos cuenta cuando el arroyo, que pasaba cerca de la casa se comenzó a salir, entró y arrastró todo cuanto podía, así lo sentí pues me aferré a un horcón de la casa y podía sentir como debajo de mi pasaban animales, basura y manos humanas que intentaban agarrarse, fue inolvidablemente trágico”, remembró Raumel Mena.
Visiblemente triste, bajó la cabeza y contó cómo la creciente se llevó a sus padres y a su único hermano, “jamás supe dónde quedaron, al igual que los que por suerte logramos salir con vida del paso de aquel huracán”.
Al secar sus ojos, continuó: “una de las más dañadas fue sin duda Tecpan. Ahí el río se desbordó e incluso partió por la mitad el puente de la carretera y mató mucha gente”.
Reconoció que en general los daños fueron mayores en este municipio, “en Tenexpa también las casas del barrio de la Cahuayana, cercano al río se perdieron todas”.
Cuando todo pasó, la cabecera municipal estaba incomunicada y sólo por avión podían llegar los víveres. Reconoció la intervención del Ejército en las labores de ayuda y rescate.
“Hoy, afortunadamente existen cuerpos de auxilio como Protección Civil o Cruz Roja y los sistemas de detección y prevención de fenómenos meteorológicos ayudan a salvar muchas vidas, cosas que en aquel tiempo ni siquiera sabíamos que existían”, finalizó.
.
Puede consultarse en: