jueves, 3 de marzo de 2011

Constructores de Acapulco

Anituy Rebolledo Ayerdi

Los pioneros 1

Quienes construyeron el Acapulco moderno lo hicieron con amor y fidelidad a sus profesiones y por el hogar al que venían a establecerse con sus familias o bien a fundarlas. Figuran entre ellos en forma sobresaliente el arquitecto e ingeniero José Carlos Pedroza Aguayo y el también arquitecto Pedro Pellandini Cusi, a quienes está dedicada esta primera contraportada. Entrega sólo factible con la información proporcionada por uno de los más talentosos profesionales del puerto, mi paisano de San Jerónimo El Grande, arquitecto Ramón Fares del Río. Semblanzas que los interesados podrán leerse con detalle y profundidad en un libro suyo sobre el tema de muy próxima aparición.

José Carlos Pedroza Aguayo

Nacido en Aguascalientes, con papá ex gobernador del estado, el futuro acapulqueño viaja a estudiar a la ciudad de México llamado por una firme vocación científica. Ingresa a la Escuela Superior de Construcción –donde se estudiaba, además, la perforación de pozos petroleros, para capitán de minas y pintor escenógrafo. La institución que será simiente en 1937 de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. La filosofía cardenista de “la técnica al servicio de la sociedad” permeaba a la nación.

Los reformadores del plan de estudios de la ESC para transformarla en ESIA fueron el arquitecto Juan O’Gorman, los ingenieros José Antonio Cuevas, José Gómez Tagle y Carlos Vallejo, además del ingeniero, filósofo y astrónomo Luis Enrique Erro. Sus distinguidos maestros, los arquitectos Enrique Yáñez, Balbino Hernández, Álvaro Aburto, Juan Legarreta y el propio O’Gorman.

Con éste último, el joven Pedroza tendrá oportunidad de su primer trabajo en la construcción de la escuela primaria Tres Guerras, de la ciudad de México. Ahí recibirá perplejo un día la visita del secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, de quien recordará siempre su recomendación: “Un país pobre como México, joven arquitecto, no se puede dar el lujo de derrochar en naderías un solo peso”.
También como estudiante formó parte del equipo participante –junto con Raúl Cacho y Balbino Hernández– en el concurso para construir la sede de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), en la capital del país, logrando el segundo puesto. Los triunfadores fueros su colegas Alberto Arai y Enrique Guerrero.

Enseñanza peripatética

Contratado por el gobierno cardenista para impartir en el IPN la maestría en Planificación Urbana Regional, llegará a México el arquitecto Hannes Meyer, quien había sido el último director de la Escuela de Diseño, Arte y Arquitectura de Alemania (Bauhaus), cerrada por los nazis en 1933. El joven Pedroza Aguayo estará cerca de él y lo recordaba con la siguiente anécdota.

Reunidos en el Desierto de los Leones, el maestro Meyer invita a sus alumnos a caminar mientras les platica de la especialidad, de la producción en los países socialistas, de las ciudades fortificadas, de política, de religión y de mil temas más. Una plática tan subyugante que sólo hasta que uno del grupo lo haga notar se enterarán de haber llegado a ¡Toluca! Un abuso, sin duda, de la escuela peripatética de Aristóteles, pero sin ninguna vuelta.

Para nuestro hombre, tal caminata no significó ningún esfuerzo pues desde muy joven estaba dedicado de lleno al deporte. El salto de garrocha era su pasión. Tanto que llegará a formar parte del equipo nacional a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Panamá, en 1938, logrando un segundo puesto. Practicó también con singular ahínco el canotaje y el frontenis, de ahí su figura siempre atlética. Dueño de una voz atenorada, le encantaba cantar imitando a Jorge Negrete y Javier Solís pero también tangos como Gardel. No habrá tertulia donde no se lo pidan.

A menos de un año de haber terminado sus estudios (1942), Carlos Pedroza es invitado por su maestro Joaquín Medina Romo a colaborar en dos obras que tiene a su cargo en Acapulco, el hotel Bahía y la residencia de Maximino Avila Camacho en el islote de Caleta (expropiada por el presidente Alemán en 1949, a la viuda del depredador poblano).

Pronto los lugareños hablarán de dos chilangos “locos” que caminan de manos en la playa de Caleta. No otros que Medina y Pedroza ejercitándose antes de entrar de lleno a la tarea.

Aquí me quedo

Si desde que llegó al puerto Pedroza había dicho “aquí me quedo”, enamorado de todo lo que entonces enamoraba de Acapulco, reforzará su decisión hasta convertirla en irreversible cuando conozca a Celia Soberanis. Costeña hermosa y de gran talento a la que se unirá en 1946 y con la que procreará a dos hijas no menos lindas: Celia, hoy doctora, y Luz del Carmen, psicóloga. Tres mujeres que fueron la razón de su vida.

Hombre con gran compromiso social, nuestro personaje servirá a Acapulco con gran profesionalismo y ética. Siendo director municipal de Obras Públicas, por ejemplo, se negará a firmar las licencias para las primeras construcciones en la playa, aprobadas por el alcalde Mario Romero Lopetegui y el gobernar Raúl Caballero Aburto (1958). Para él esa zona era sagrada y por tanto debía preservarse libre de concreto para disfrute de los acapulqueños y visitantes. Para que la brisa los bañara a todos.
El alcalde Canuto Nogueda Radilla (1961) encomienda a una comisión de profesionales encabezados por Pedroza, la redacción del Reglamento de Construcciones para el puerto. Forman parte de ella Pellandini Cusi, Xavier Mendieta Bueno, en su calidad de Director municipal de Obras Públicas, y el ingeniero Eduardo Marrón, entre otros. En 1965 participa en la fundación del Colegio de Arquitectos de Guerrero, organismo que presidirá cuatro años más tarde. Integrará con Pedro Pellandini la Junta de Honor del propio colegio.

Transcurrida una década, con el maestro Ernesto Solórzano, el hidrocálido ya acapulqueño funda la primera escuela de Arquitectura de Acapulco, misma que por falta de recursos sólo tendrá un año de existencia. Él continuará con sus clases de matemáticas y física en el colegio McGregor y de Astronomía, otra de sus pasiones, en el Guajardo.

Sus obras

Nuestro personaje dirigió alrededor de 500 obras en 50 años de ejercicio profesional, en el que supo conjugar ciencia, técnica y arte. Aquí sólo algunas:
El Infonavit Las Américas, colegios McGregor y Guajardo, templos católicos de El Padre Jesús de Petatlán, de Cruz Grande y Covadonga; hoteles Playa Honda y Minibrisas. Residencias de las familias de Toño Trani, Santiago Navarrete, Israel Nogueda, Javier Morales, Manuel Suárez en Las Brisas; ahí mismo la de Luis Obregón con una espectacular alberca volada. Y, naturalmente, la de su propia familia en la calle Pájaros, con el alarde de un plafón del comedor con el sistema solar en azulejo veneciano.

Los arquitectos que con José Carlos Pedroza Aguayo se formaron o que simplemente recibieron de él un consejo u orientación lo recuerdan como a un guía tutelar, con respeto y cariño.

Pedro Pellandini Cusi

Pedro Pellandini Cusi es sin duda un pionero de Acapulco a cuya arquitectura tradicional imprimirá aires modernistas. Visita el puerto por primera vez en 1928, cuando ha transcurrido un año apenas de la apertura de la carretera México-Acapulco, y queda prendado del puerto, de su gente y de sus casas de adobe con techumbre de teja roja y frescos corredores. Sus obras por ello tendrán mucho de ese sabor y simplicidad costeñas.

Se cuentan entre ellas el edificio de la benemérita Cruz Roja, en Independencia y Quebrada, ejemplo de funcionalidad en un espacio brevísimo y por muchos años emblemático de los servicios de emergencia en el puerto. La residencia en la Langosta del ex presidente de la República Emilio Portes Gil, también presidente de la Junta Federal de Mejoras Materiales de Acapulco. Introdujo en ese tiempo el agua al puerto procedente de los manantiales de El Chorrro, en Coyuca de Benítez, sistema todavía en operación.

También los hoteles Condesa y Riviera así como el Motel Acapulco, el primero en su tipo. En materia de arte urbano el obelisco a Morelos, en Las Hamacas, el espectacular y siempre desperdiciado auditorio Sinfonía del Mar. Y, por supuesto, su propia casa en la avenida Inalámbrica, en la que reinterpretará la arquitectura vernácula con ideas modernas.

Objeto de singular orgullo para don Pedro era su trabajo, junto con el arquitecto Jorge Madrigal Solchaga, en la cúpula monumental de la catedral de N.S. de la Soledad, colaborando con el autor del proyecto, el arquitecto Federico Mariscal.

Cachún cachún

Carácter, disciplina y responsabilidad serán algunas de las muchas prendas de nuestro hombre nacido en el seno de una familia porfirista de la ciudad de México. Las había fraguado desde muy joven cuando, para alejarlo de las convulsiones de la época, fue enviado a estudiar durante cuatro años a la academia militar de Allen, Texas, y cursar más tarde su primer año de bachillerato en Nueva Orleans.
Reinsertado a su ciudad, continuará sus estudios en la histórica Preparatoria de San Idelfonso, donde le tocará la creación de la tradicional porra universitaria del ¡Cachún, cachún, rá rá rá! … ¡Goya… Universidad!. (El Goya alude al nombre de un cine en la calle del Carmen, cuyo portero era arrollado por una frenética turba estudiantil cuando exhibían alguna película para adultos). Hombre culto, sin duda, era un lector ávido con amplio dominio de los idiomas inglés, italiano y francés.
El joven Pellandini cursa sus estudios profesionales en la escuela Nacional de Arquitectura en la Academia de San Carlos y se titula en enero 1940, desarrollando su tesis en el mirador de la carretera México-Cuernavaca, donde concibe un restaurante con un excelente diseño. Un mes más tarde toma la decisión de viajar de nuevo a Acapulco, esta vez para quedarse.

Los portales

Apenas asentado en el puerto, el impetuoso joven se involucra en la problemática urbana de Acapulco. Propone con éxito al presidente municipal, coronel Domingo Cuevas Luna, la obligatoriedad de portales para las edificaciones de la plaza Álvarez, como ya los tenía la calle Carranza. Recibe más tarde su registro como primer perito constructor de Acapulco y participa en 1942 en la solución de un problema de los constructores locales, boicoteados por los materialistas. Encabeza una comisión que entrevista al gobernador Rafael Catalán Calvo, logrando destrabar el conflicto.

Don Pedro se significará durante su vida como animador de instituciones gremiales cuyos fines sean la superación y la ética profesionales. Será fundador de varias de ellas. Participará en el comité de estudios para redactar el primer reglamento de construcción de Acapulco, integrará el Consejo Técnico Municipal y presidirá el Comité del Catálogo de atractivos turísticos de Guerreo, entre muchos.

Ritcher y Mercalli

No hablar de sismología en un apunte biográfico de Pedro Pellandini Cusi sería un despropósito. Tal ciencia, en efecto, fue otro de sus grandes amores a la que dedicó tiempo, esfuerzo y dinero para convertirse en el hombre que más sabía sobre ella en Acapulco. No en balde fue custodio en su domicilio durante 30 años del sismógrafo de la UNAM y por lo mismo la única fuente autorizada para informar a los medios sobre las características de los movimientos telúricos.

Los periódicos, la radio y la televisión tenían con él el reporte oportuno y certero sobre los fenómenos afectando al puerto y a la región. El negaba cualquier autoridad en la materia bromeando que el éxito de sus predicciones, por ejemplo, debía acreditarse a Ritcher y Mercalli: dos perritas french poodle que se anticipaban a un movimiento telúrico ladrando de una manera singular y moviendo la colita.

El Sur, 03 de marzo de 2011

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