lunes, 30 de mayo de 2011

Las dos muertes de Juan R. Escudero/ VII

PACO IGNACIO TAIBO II

La tercera escena alcohólica la protagonizó el eterno mayor Flores, que le echó los soldados encima a Felipe Escudero mientras se encontraba oyendo una serenata. Después de haber sido fuertemente golpeado, Felipe, que se había convertido en el indiscutible sucesor de Juan en las calles del puerto, fue encerrado en los resguardos de la aduana marítima.

Juan B. Izábal, el jefe de aduanas, comprado por el oro de los grandes comerciantes, a los que serpia haciendo los ojos chicos ante el contrabando, se había convertido con Flores en el peor enemigo del escuderismo acapulqueño. Desde julio de 1922 retenía el dos por ciento de los ingresos de la aduana que por ley le correspondían al Ayuntamiento. E. Lobato, actuando como presidente municipal, se quejó en octubre amargamente ante Obregón en un telegrama, señalando que se buscaba estrangular económicamente al Ayuntamiento.

Durante los últimos días de noviembre se intercambiaron telegramas entre Lobato, Obregón y el ministro De la Huerta (del que dependían las aduanas) hasta que Izábal hizo explícita su opinión en un telegrama a Obregón:

Considero a Juan y Felipe Escudero peores enemigos del gobierno sin valor levantarse en armas. Mismo opina jefe de operaciones de esta. Ayuntamiento manejan dichos individuos no tiene personalidad por negación amparos suprema corte de justicia en 22 septiembre próximo pasado contra actos Congreso que desconócelos […] Hermanos Escudero durante presente año pretextando temer por su vida han pedido cuatro veces amparo contra actos de Vd.

El telegrama culminaba preguntando si debía hacer entrega de los fondos a Felipe Escudero, tesorero municipal.

Obregón se tomó un solo día para responder y ordeno a Izábal que no entregara los fondos.

En esos mismos días, el POA vuelve a triunfar en otra contienda electoral: Santiago Solano vence como candidato propietario a diputado por el distrito electoral de Acapulco al Congreso local, y Juan R. Escudero, como suplente, con más de dos mil setecientos votos. Uno de los hermanos Vidales ganó representando al POA la presidencia municipal de Tecpan y el partido triunfó en Tololapan, aunque un fraude organizado por los caciques logró impedir que tomaran el poder.

Por fin, en la primera semana de diciembre se presentan las esperadas elecciones para restablecer un Ayuntamiento legal en Acapulco; Juan Escudero encabeza la lista de regidores que propone el POA y asiste a los actos de su organización en silla de ruedas. Dicta sus discursos y hace que los muchachos que lo acompañan lo ensayen frente a él, y luego los pronuncian en público ante su mirada atenta.

Extraña estampa bajo el sol de invierno de Acapulco la de ese hombre paralizado del lado izquierdo, con el brazo derecho amputado, sentado en una silla de rueda, con un adolescente al lado, subido en un cajón, que habla por él, y a su espalda una joven costeña (Anita Bello) con una escuadra calibre 32 entre la falda y la blusa de encaje.

Extraña estampa, la del hombre que afirma cabeceando sus propias frases en la boca de los niños, que pronuncian, siempre bajo el estribillo de “Juan dice”, un discurso incendiario que promete el fin de la justicia en el paraíso corrompido.

Y Juan Escudero vuelve a ganar las elecciones para la Presidencia municipal de Acapulco, derrotando al progachupín y traidor Martiniano Díaz.

El 7 de diciembre los militares salen por las calles tratando de provocar a los triunfadores. Pero la población les hace el vació. El primer día del año 1923 Escudero es nombrado presidente municipal. Levantando el muñón derecho y con unas frases ininteligibles arrancadas a fuerza de emociones a la garganta paralizada, Juan R. Escudero rinde la protesta como alcalde del puerto, La sesión solemne se celebró a las once de la mañana en la propia casa de Escudero que se convirtió en sala de cabildo. El acta levantada registra: Juan R. no pudo firmar “por imposibilidad momentánea”.

En marzo de 1923 murió Francisco, padre de los Escudero, que había estado sometido a grandes tensiones a lo largo de la azarosa carrera política de sus hijos, presionado por sus paisanos, con los que había tenido que romper relaciones, y destrozado por el atentado contra Juan y las múltiples amenazas de muerte que habían recibido Francisco y Felipe.

En los recuerdos de un viejo escuderista aparece la reseña del juramento que Juan realizó en su media voz de lisiado ante la tumba de su padre:

Compañeros en la vida/ compañeros en la muerte/ las frases que hoy dirige mi garganta/ son las frases que mi padre os virtiera/ si en esta hora para nosotros santa/ Dios a la vida lo volviera./ Herido el corazón nos deja con orgullo este suelo/ donde compartió la mitad de su vida/ amando a sus hijos/ y al Dios de los cielos ( en eso le dio como un vahído y nada más alcanzó a pronunciar: “adiós padre venerable/ descansa en paz” y azotó desmayado por el ataque).

Juan R., muy afectado, tuvo que dejar la Presidencia municipal en manos de Cirilo Lobato y de Ernesto Herrera. El mayor Flores, por su parte, enfrentaba desde el inicio del año la insurgencia campesina que se había desatado en la costa. El 18 de enero desarmó a la policía de La Sabana y amenazó con ir con las fuerzas de la guarnición sobre el Palacio Municipal de Acapulco. Cuatro días más tarde, Escudero telegrafiaba a su amigo Adolfo Cienfuegos, que vivía en la capital, pidiéndole que tratara de intervenir cerca del presidente de la República para impedir una nueva agresión como la del 11 de marzo del año anterior.

Sin embargo, Flores no atacó el palacio, sino que se desplazo hacia las zonas agrarias donde el POA tenía una nueva base de sustento. En palabras del agrarista Francisco Campos Flores:

Comenzó a recoger armas y licencias municipales de todos los campesinos de la región de Acapulco hasta la Unión de Montes de Oca, así como el parque que encontró. Una vez que había hecho la requisa de armas de los campesinos, se radicó en Tecpan de Galeana e, inventando un probable levantamiento, hizo prisionero en San Luis de la Loma al señor presidente municipal de Tecpan, don Amadeo Vidales […]; estse señor es un comerciante honorable que paga los mejores precios de ajonjolí, de algodón y lo odian los españoles porque dicen que les ha ido a descomponer el negocio […]. Dada esta explicación queda de manifiesto que el mayor Flores está puesto en esa región para salvaguardar los intereses españoles, pues hizo un cargo de rebelión al señor Vidales.

Flores prosiguió con sus correrías en la zona, y el 10 de marzo, acompañado de las Guardias Blancas de los caciques, asesinó a Lucio de los Santos Vargas, presidente del Comité Agrarista de San Luis de la Loma diciéndole: “¡Ten tu tierra, hijo de la chingada!”, cuando pedía que no lo acabara de matar. Flores actuaba en defensa de los intereses del latifundista español Ramón Sierra Pando.

En el puerto, Regeneración estaba sometido al acoso de multitud de periódicos financiados por los comerciantes gachupines. Desde las páginas de El Suriano, dirigido por Muñúzuri; El pueblo, dirigido por H. Luz; El Rapé, de Reginaldo Sutter; El Liberal, de Carlos Adame, y El Fragor, de Domingo González, se bombardeaba a la administración municipal acapulqueña y se hacían elogios a las “fuerzas vivas” de la región que habían “levantado Acapulco de la miseria”. Entre las calumnias más repetidas estaba la de señalar a los Escudero como promotores de una rebelión militar en proceso de organización.

Conforme el año avanzaba, las tensiones crecían. Felipe y Francisco Escudero esperaban en cualquier momento que se produjera un atentado contra alguno de ellos. Felipe, como tesorero municipal, se veía obligado a recorrer las calles del puerto, y lo mismo le sucedía a Francisco, que trabajaba en el despacho de rentas del distrito. Gómez Maganda recuerda:

En los últimos meses de 1923, ambos recorrían el diario camino, armados de pistolas y en la diestra un rifle calibre 44. Algunas veces cuando Felipe iba a diligenciar una solicitud de amparo al juzgado de distrito, me encargaba durante ese tiempo su carabina, diciéndome: “Si los enemigos vienen en plan de ataque ¡dispara! Si no sientes miedo; pero en caso contrario, corre a donde estoy y entrégame el arma”.

Las provocaciones de los militares eran frecuentes. El 29 de agosto hacia las nueve de la noche, el subteniente Castellblanch y el cabo Linares habían golpeado y amenazado de muerte a dos miembros del POA en el Jardín Álvarez. Cuando un día más tarde el Ayuntamiento los multó por estos hechos se presentaron junto con la pandilla de Otero y estuvo a punto de armarse en el Palacio Municipal un tremendo zafarrancho.

Así llego el 16 de septiembre, fecha en la que so pretexto de la celebración de las fiestas patrias, Juan R. lanzaba incendiarios discursos contra el régimen colonial español aún viviente en Acapulco. El año anterior, a pesar del reciente atentado, había “hablado por boca de sus ayudantes” en un acto en el que por primera vez la comuna de Acapulco celebró las fiestas patrias in ningún tipo de subvenciones de comerciantes. Este año era especial, y Escudero, apoyándose en su “voz” (Alejandro Gómez Maganda) lanzó un discurso más fogoso aun que los de costumbre. Si la tensión era tremenda en el puerto, en las zonas agrarias no lo era menos. El vicecónsul norteamericano informaba a Washington: “Corren rumores de que un levantamiento antiagrarista está por estallar en la Costa Grande con centro en Atoyac”.

El 10 de noviembre el mayor Flores, en complicidad con el alcalde de Atoyac, había asesinado al líder agrarista Manuel Téllez, y para encubrir su acto acusaba a Escudero ante el gobierno de estar promoviendo guerrillas armadas en la zona.

Iniciándose el mes de diciembre, los acontecimientos nacionales comenzaron a eslabonarse para crear el marco en el que se produciría la tragedia de Acapulco. El día primero el general Figueroa se levantó en Guerrero supuestamente enfrentando al gobernador Neri y no al gobierno central, pero actuando en realidad como punta de lanza de un alzamiento de generales que llevaban como bandera al candidato a la Presidencia Adolfo de la Huerta. Pocos días después siguió el general Guadalupe Sánchez en Veracruz. El día cinco de diciembre Juan R. escribió al coronel Crispín Sámano, jefe de la guarnición de Acapulco y envió una copia de la carta al gobierno federal. En la misiva, informaba al militar que sabía que los hermanos Osorio estaban armados y rondaban el ayuntamiento y que pensaba que el traidor Ismael Otero podía provocar un motín lo que sirviera de pretexto para enfrentar al POA con los militares. Sámano ignoró la carta, pues además de estar comprometido con la futura rebelión, tenía nexos con los comerciantes gachupines del puerto que pedían la cabeza de Juan R. Escudero.

La Jornada Guerrero, 29 de mayo de 2011

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